"Delante de mi lecho se refleja la luna.
Parece la blancura de la escarcha en la tierra.
Miro a lo lejos. Veo los montes y la luna.
Inclino la cabeza. Pienso en mi país natal."
(Del poeta Li Po)
Versos sobre el desarraigo en la Segunda antología de la poesía china, selección de Marcela de Juan. Escribí en entradas anteriores sobre la idea de seguir creando el poema del exilio, y encuentro hoy estas líneas, escritas en algún lugar de la extensa región que conocemos como Extremo Oriente, con el placer de hallarlos, y sin asombro al evocar la misma tristeza encontrada en otros poemas, en otros autores. Tristeza lunar, la silueta de las montañas al anochecer...
Luna del exilio que a veces está y no está, aunque tenga lugar en ambos casos la sensación de añoranza.
Esta tarde, desde la luz reflejada en el Mediterráneo al que he regresado solo por unos días, observo esa ausencia de luna que recuerdo a pesar de todo con nitidez. Esa luna que abandona y vuelve a una primitiva imagen erótica, y que evoca un sumergirse bajo las olas lentas y no pensar más en ella... Y es pensar siempre en ella sobre el azul pálido del mar, en las últimas horas del día. No querer comprender más este mar, porque ya no estoy tan cerca de él. Mirar el reflejo multiplicado de la luna sobre el agua, el reflejo de la luna de verdad, y de la que se añora. Los habitantes del Mediterráneo comprenden que este mar tiene sus propias lunas. Son como palabras, y no lo son. Es el aire que recoge gotas del mar y lo lleva a los seres que languidecen, o que observan, o que luchan. Este mar, cada cierto tiempo, se cubre de sangre. Incluso entonces es posible ver la luna sobre la espuma... y los cantos de algunas mujeres llevan el aroma de la canela de una orilla a otra. Puede que aún canten, también, a la luna. Puede que así ocurra siempre. En aquel Oriente, y en este, más cercano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario