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jueves, 5 de junio de 2025

El poema del exilio


Durante las últimas décadas (e incluso siglos) hemos podido leer diversas definiciones sobre el exilio. Somos además testigos de las grandes migraciones provocadas por motivos económicos, políticos y/o puramente relacionados con la supervivencia.

Respecto a las distintas descripciones del exilio, hay poetas que las han elaborado de manera brillante. Pero ¿será de ese modo en que sea estudiado o comprendido en el futuro? ¿Se le prestará la debida atención, o se banalizarán los actos que lo provocan? 

¿Aceptaremos la condición de no tener patria como algo normal, o anodino? Esta mañana leía la noticia de la prohibición de entrar en Estados Unidos a migrantes de doce países: Afganistán, Myanmar, Chad, República del Congo, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Haití, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen. 

Así, al desarraigo y demás circunstancias difíciles en que vive el exiliado, se suma la imposibilidad de encontrar ese refugio en ciertos lugares. Refugio que, si bien no es la solución ideal para quien habría preferido permanecer en su lugar de origen, viviendo allí una vida en la que no se atente contra su integridad física o mental, al menos puede dar la oportunidad de salvar su vida, o una carrera laboral, o un futuro más prometedor para sus hijos. Puede dar la oportunidad, al menos, de seguir creando el poema del exilio, el poema a través del cual el desplazado lleva en sí su tierra natal, compartiéndola también con los distintos lugares de destino.



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