23 de octubre de 2023
Al menos una vez
Mira esta noche de color verde claro.
La luz de las estrellas es como una reminiscencia de sueños primitivos,
como un silencio rodeado
por delfines.
Otros mundos posibles pertenecen, sí, a la palabra
o a restos arqueológicos interpretados
sobre la piedra tallada.
En uno de esos mundos, al menos una vez,
una joven narró un largo cuento
a su padre, quien volvía cada noche a casa, agotado
por el duro trabajo.
En ese mundo, al menos una vez,
la mirada lúbrica del muchacho
dividió a dos hermanas.
Una deseaba ceder.
La otra, escribió un largo poema
sobre cadenas de montañas
en las que el amanecer evocaba
un sonido desgarrado.
Y al menos una vez
una mujer cerró por un instante sus ojos,
preguntándose
cuántas noches habrían pasado desde aquel sueño plácido
en el que los delfines siempre regresaban.
Ella no supo prever esa difícil geometría
que dividió la carne de la luna,
mientras la soledad, ya lejos,
vagaba errante a través de las bóvedas
de otros mundos posibles,
a través de todos sus cielos,
esperando una vez más un callado amanecer,
esperando el relato...
el que ella siempre deseó
que le hubieran narrado.
(De mi poemario Admirada Palestina)
Palestina
Tierra que regala música mientras se la destruye. Música que oirán los supervivientes. Música que escucharán, a su pesar, los que destruyen Palestina. ¿Cómo van a olvidarlo todo? Es imposible dejar de escuchar. Cada uno de los caminos que pretendan construir ya habrá sido antes, durante siglos, un camino. Habrá llevado en él los aromas y los versos conocidos. Será imposible ignorar algo así. Cerca del mar, en la tierra suave se borrarán las huellas de los que la invaden. El agua borrará las huellas. Las notas musicales del anhelo de los que no pudieron sobrevivir, se refugiarán en la espuma de las olas. Un testimonio, una melodía, un mar, que siempre estarán unidos, que formarán parte de las historias que se narren, en distintos idiomas siempre, desde tantos lugares, con o sin nombre.
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