Páginas

lunes, 25 de agosto de 2025

Ausencia de luna sobre el Mediterráneo

 

 "Delante de mi lecho se refleja la luna.

Parece la blancura de la escarcha en la tierra.

Miro a lo lejos. Veo los montes y la luna.

Inclino la cabeza. Pienso en mi país natal."

(Del poeta Li Po) 

 

 Versos sobre el desarraigo en la Segunda antología de la poesía china, selección de Marcela de Juan.  Escribí en entradas anteriores sobre la idea de seguir creando el poema del exilio, y encuentro hoy estas líneas, escritas en algún lugar de la extensa región que conocemos como Extremo Oriente, con el placer de hallarlos, y sin asombro al evocar la misma tristeza encontrada en otros poemas, en otros autores. Tristeza lunar, la silueta de las montañas al anochecer...

 Luna del exilio que a veces está y no está, aunque tenga lugar en ambos casos la sensación de añoranza.

 Esta tarde, desde la luz reflejada en el Mediterráneo al que he regresado solo por unos días, observo esa ausencia de luna que recuerdo a pesar de todo con nitidez. Esa luna que abandona y vuelve a una primitiva imagen erótica, y que evoca un sumergirse bajo las olas lentas y no pensar más en ella... Y es pensar siempre en ella sobre el azul pálido del mar, en las últimas horas del día. No querer comprender más este mar, porque ya no estoy tan cerca de él. Mirar el reflejo multiplicado de la luna sobre el agua, el reflejo de la luna de verdad, y de la que se añora. Los habitantes del Mediterráneo comprenden que este mar tiene sus propias lunas. Son como palabras, y no lo son. Es el aire que recoge gotas del mar y lo lleva a los seres que languidecen, o que observan, o que luchan. Este mar, cada cierto tiempo, se cubre de sangre. Incluso entonces es posible ver la luna sobre la espuma... y los cantos de algunas mujeres llevan el aroma de la canela de una orilla a otra. Puede que aún canten, también, a la luna. Puede que así ocurra siempre. En aquel Oriente, y en este, más cercano.

 

 

 

jueves, 31 de julio de 2025

Objetivar la historia

 

Ayer terminé la lectura de Yann Andréa Steiner, de Marguerite Duras, y anoté las siguientes frases de la autora:

 "Nunca se conoce una historia antes de que haya sido escrita. Antes de que haya sufrido la desaparición de las circunstancias que han hecho que el autor la escriba. Y sobre todo antes de que haya sufrido en el libro la mutilación de su pasado, de su cuerpo, de vuestro rostro, de vuestra voz, antes de que se convierta en irremediable, de que alcance un carácter fatal. Quiero decir también: antes de que en el libro se objetivice, se aleje de su autor y se pierda para él durante el resto de la eternidad."

 

 Esta mañana leo un poema de Yusuf Al Jal, El segundo nacimiento, en el que encuentro estos versos:

Tu viaje puede durar en esta época de farsa,

hasta que se seque la tinta sobre el papel. 

 

Me pregunto ahora por mis propios textos, sobre todo por los de la novela que estoy acabando de escribir, en la que hay también algunos capítulos de mi historia, de mi niñez. Pienso en esa mutilación, en aquello que no escribí y que no estoy segura de si me pertenece aún más, o si se ha perdido, deslavazado. ¿Se objetiva el relato cuando se seca la tinta, cuando el libro está terminado? ¿Desaparecen otros senderos que se podrían haber tomado, otros recodos en el camino? ¿Se entrega la narración cuando se escribe? La autora podría convertirse entonces en la lectora, cortar algunos lazos sentimentales, y descubrir al fin otro camino al adentrarse en una historia que ya no es la suya. Cuando la tinta se haya secado, seré una lectora más. O ni siquiera podré leerlo. Yo no habré conjurado a la historia, sino que esta me habrá conjurado a mí, a mis pretensiones, a mi indecisión entre uno y otro recuerdo. Me habrá conjurado a mí como escritora y no me quedará más remedio que entregarme a una nueva historia, volver a escribir, volver a escribirla, y jamás estando segura de si, en el comienzo de esa nueva narración, mi escritura es como la ola, o como el vigía.

 

 

sábado, 19 de julio de 2025

Durante la guerra

 


 Tras la lectura de los titulares sobre una u otra guerra (que quizá es siempre la misma), tras la imagen de fotografías en las que ni siquiera es necesario que se retrate ni una sola gota de sangre, está también la lectura de poemas que evocan una unión intensa a pesar de todo.

Una imagen sobre la guerra puede ser un improvisado puesto de venta de juguetes delante de un montón de escombros, de edificios bombardeados, como en esa fotografía de Fátima Hassouna.

Otra imagen: la fotografía de esta mañana en el periódico. La unión de la piel aún viva con la que ha perdido el latido, el rumbo, la vida. La cabeza de la madre, lágrimas y ojos cerrados, apoyada sobre el rostro del hijo muerto.

El hijo murió asesinado en un punto de distribución de comida en el sur de la Franja de Gaza. 

Esa descripción me parece ahora inútil, absurda. Murió asesinado en un punto de distribución... Cuando la madre apoya su rostro cálido sobre el rostro ya frío del hijo, la unión es como el viento y las hojas. Los árboles son fuertes. 

Nadie puede destruir el viento entre las hojas. 

Alguien sueña con el rostro de la madre sobre el rostro del hijo. Al despertar, cree saber qué ocurre durante la guerra.  




martes, 15 de julio de 2025

Palestina

 


23 de octubre de 2023

Al menos una vez


Mira esta noche de color verde claro.

La luz de las estrellas es como una reminiscencia de sueños primitivos,

como un silencio rodeado

por delfines.

Otros mundos posibles pertenecen, sí, a la palabra

o a restos arqueológicos interpretados

sobre la piedra tallada.

En uno de esos mundos, al menos una vez,

una joven narró un largo cuento

a su padre, quien volvía cada noche a casa, agotado

por el duro trabajo.

En ese mundo, al menos una vez,

la mirada lúbrica del muchacho

dividió a dos hermanas.

Una deseaba ceder.

La otra, escribió un largo poema

sobre cadenas de montañas

en las que el amanecer evocaba

un sonido desgarrado.

Y al menos una vez

una mujer cerró por un instante sus ojos,

preguntándose

cuántas noches habrían pasado desde aquel sueño plácido

en el que los delfines siempre regresaban.

Ella no supo prever esa difícil geometría

que dividió la carne de la luna,

mientras la soledad, ya lejos,

vagaba errante a través de las bóvedas

de otros mundos posibles,

a través de todos sus cielos,

esperando una vez más un callado amanecer,

esperando el relato...

el que ella siempre deseó

que le hubieran narrado.


(De mi poemario Admirada Palestina)



Palestina

Tierra que regala música mientras se la destruye. Música que oirán los supervivientes. Música que escucharán, a su pesar, los que destruyen Palestina. ¿Cómo van a olvidarlo todo? Es imposible dejar de escuchar. Cada uno de los caminos que pretendan construir ya habrá sido antes, durante siglos, un camino. Habrá llevado en él los aromas y los versos conocidos. Será imposible ignorar algo así. Cerca del mar, en la tierra suave se borrarán las huellas de los que la invaden. El agua borrará las huellas. Las notas musicales del anhelo de los que no pudieron sobrevivir, se refugiarán en la espuma de las olas. Un testimonio, una melodía, un mar, que siempre estarán unidos, que formarán parte de las historias que se narren, en distintos idiomas siempre, desde tantos lugares, con o sin nombre.



 

viernes, 27 de junio de 2025

Fátima Hassouna

 

Recibo un mensaje que recuerda la muerte de Fátima Hassouna, periodista gazatí que fotografió durante dieciocho meses el horror del genocidio en Gaza.

"Quizá mis fotos vivan más que yo, y eso es lo que me hace sentir en paz", afirmó.

Fátima fue asesinada el 16 de abril de 2025, cuando quedaban solo unos días para su boda. 

La cineasta Sepideh Farsi preparaba con Hassouna un documental que retrataba la invasión israelí en Gaza.

"Si muero, deseo una muerte ruidosa", escribió Fátima. "No quiero ser solo un titular de apertura de las noticias, ni un número más en un grupo. Quiero que el mundo oiga esa muerte y su impacto permanezca en el tiempo, así como una imagen intemporal que no pueda ser enterrada en el tiempo o el lugar." 

Desde aquí se escucha, sí, la muerte de Fátima. Los habitantes de tantos países traducirán los hitos en el recorrido de una vida. No existirá una idea de competición, sino de camino o surco sobre el agua. El sueño de Gaza tendrá la envoltura de una fruta que no será devorada por personajes mitológicos, sino dibujada con diferentes intensidades cromáticas, durante un Tiempo distinto al Tiempo, una Era creada con palabras, con miradas intensas, con enlaces. 

Reposarán las constelaciones en el fondo de los vasos, durante la boda de Fátima.


 


martes, 10 de junio de 2025

Creando el poema

 

 Seguir creando el poema del exilio, que escribía en la última entrada...

En el Diván de poetisas árabes contemporáneas (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2016. Traducción de Jaafar Al Aluni) encuentro estos versos en el poema Beirut sin ti, de Lamía Abbás Amara:

 

Beirut sin ti

es una repetición sin ti. 

 

Veo en esas líneas el exilio evocado de forma sencilla y lúcida. Una repetición, una cotidianeidad, una rutina y, sobre todo ello, siempre una ausencia. 

Así, presencia y ausencia se entrelazan en la diáspora. Presencia de un hogar provisional, del hastío, del amanecer, de la música, de las voces que hablan, o no, tu mismo idioma. Ausencia de ti. Ausencia del propio recorrido en el lugar verdaderamente deseado. Ausencia del anochecer al que no se le prestó, en su momento, demasiada atención.

Presencia de los vecinos, de nuevas leyes que aprender, de costumbres no escritas. Ausencia de las calles dibujadas con torpeza en la niñez. 

Presencia de libros y revistas que llegan por correo. Ausencia a veces del poema. Presencia, en tantas ocasiones, del poema. Repetición de una vida en un lugar distinto al otro, el que quizá ni siquiera fue soñado, pero se añora después. Ausencia de ti. 

Ausencia de ti en la ciudad, soñada o no.

 

 

jueves, 5 de junio de 2025

El poema del exilio


Durante las últimas décadas (e incluso siglos) hemos podido leer diversas definiciones sobre el exilio. Somos además testigos de las grandes migraciones provocadas por motivos económicos, políticos y/o puramente relacionados con la supervivencia.

Respecto a las distintas descripciones del exilio, hay poetas que las han elaborado de manera brillante. Pero ¿será de ese modo en que sea estudiado o comprendido en el futuro? ¿Se le prestará la debida atención, o se banalizarán los actos que lo provocan? 

¿Aceptaremos la condición de no tener patria como algo normal, o anodino? Esta mañana leía la noticia de la prohibición de entrar en Estados Unidos a migrantes de doce países: Afganistán, Myanmar, Chad, República del Congo, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Haití, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen. 

Así, al desarraigo y demás circunstancias difíciles en que vive el exiliado, se suma la imposibilidad de encontrar ese refugio en ciertos lugares. Refugio que, si bien no es la solución ideal para quien habría preferido permanecer en su lugar de origen, viviendo allí una vida en la que no se atente contra su integridad física o mental, al menos puede dar la oportunidad de salvar su vida, o una carrera laboral, o un futuro más prometedor para sus hijos. Puede dar la oportunidad, al menos, de seguir creando el poema del exilio, el poema a través del cual el desplazado lleva en sí su tierra natal, compartiéndola también con los distintos lugares de destino.



Ausencia de luna sobre el Mediterráneo

    "Delante de mi lecho se refleja la luna. Parece la blancura de la escarcha en la tierra. Miro a lo lejos. Veo los montes y la luna....